Al cabo de... no sé cuanto tiempo, pero todavía de noche.
Abrí los ojos, no sabía que hora era, solamente sentía una pequeña pero fría brisa por mi espalda destapada. Estaba tumbada, mirando a la pared, así que me dí la vuelta. Nada diferente, o eso creía. Cogí el reloj para mirar la hora.
- Qué extraño. -dije sorprendida al ver que en el reloj solo había rayas y mas rayas negras.
Estaba empeñada en averiguar la hora que era, así que me levanté en busca del móvil que estaba encima del escritorio. Antes de coger el móvil, mirñe por la ventana.
- Qué raro, la luna... no era llena antes de acostarme. - dije un poco asustada.
Cogí el móvil y pulsé el botón de desbloquear. Nada. No funcionaba. Todo era muy extraño, todo que necesitara electricidad para funcionar, funcionaba. Porque lo intenté tambien con las dos lámparas de mi habitación, la televisión y el teléfono fijo. Todo estaba fuera de lo normal. Entonces escuché un ruido, un ruido que jamás había escuchado. Por la curiosidad, salí de la habitación y agudicé el oído para saber de donde procedía. El ruido me condujo a la cocina. Allí, la voz era mas fuerte. Me empezaron a doler los oídos. Cerré los ojos lo mas fuerte que pude y del dolor me tiré en el suelo y empecé a revolcarme por todo el suelo que estaba mas frío de lo normal. Tenía escalofríos, la cabeza me iba a explotar y estaba muy asustada.
Cuando ya no podía mas y pensaba en la posibilidad de morir, el dolor cesó, y entonces, poco a poco, me quité las manos de las orejas y me fuí tranquilizando, pero no abrí los ojos. Tenía muchísimo miedo. ¿Que acababa de pasar? ¿Era un sueño tal vez? No lo sabía. Pero entonces empecé a pensar, que no podía quedarme allí todo el rato, que tenía que regresar a mi habitación y despertar de aquella... pesadilla. Lentamente e intentando tranquilizarme, intenté abrir los ojos. Intento fallido. Tenía demasiado miedo. Entonces pensé de nuevo. Tenía que abrir los ojos y subir al piso de arriba. Pero para abrir los ojos, los tenía que abrir de una vez, Así que me armé de valor y conté hasta tres. Uno, dos ¡Tres! Ojos abiertos.
Desde ese mismo segundo hasta el siguiente pensé mil y una cosas, pero solo expresaba una, miedo. Cuando abrí los ojos me encontré con un rostro blanco, tan blanco que se distinguía en el negro de la noche. Estaba repleto de sangre. Y tenía una expresión como de... venganzA. Cuando ví que aquella cosa que ni siquiera sabía si era humana, empecé a gritar como nunva había gritado y me eché hacía atrás hasta toparme con la pared. Mientras gritaba y gritaba sin cesar, pensaba en cual era la causa de eso. Pensaba y pensaba. Gritaba y gritaba. Me dolía la mandíbula de tanto chillar. Así que intenté escapar. Sin abrir los ojos me giré hasta toparme con la puerta e hice el intento de escapar. Pero aquello me tenía cogida de la pierna. Justo cuando le daba la espalda, abrí los ojos bruscamente. Ya sabía porqué ocurría esto. El mensaje. Ese mensaje tan raro de la cadena maldita. Se ha cumplido, pero... ¿Cómo lo solucionaba? ¡Ya lo sabía! Tenía que reenviar el mensaje. Armada con todas mis fuerzas, le pegué una patada a aquello y salí corriiendo lo más rápido que pude hasta llegar a mi habitación.
Cerré la puerta con pestillo y puse sillas y todo tipo de muebles para hacer tiempo. Tenía que pensar rápido. El ordenador. Sí. Lo encendí, pero cuando le dí al botón solo aparecían calaveras en la pantalla y siempre se repetía la misma frase: Demasiado tarde, has caído en la maldición.
Estaba asustada. Tal vez tenía alucinaciones. No, imposible. Estaba tan confusa, que me senté en la cama y cogí la botella de agua para aclararme las ideas. Pero cuando miré el interior de la botella, no era agua, sino sangre. Grité de nuevo. Entonces me levanté y vino lo peor. Me miré la mano, y estaba repleta de sangre, y cuando miré a la cama... Luna estaba muerta. Estaba boca arriba con una raja que la abría entera. Grité y grité sin cesar, entonces, empecé a llorar como nunca había llorado. No podía creer lo que estaba pasando. Tenía que pedir ayuda. Necesitaba ayuda. Sus padres. Seguro que ellos sabrían que hacer. Pero ahora tenía que ocuparse de aquella cosa, por llamarlo así. Pero al no intentar abrir la puerta, pensé que tal vez hubiera desaparecido o algo por el estilo. Quité las cosas de la puerta y salí. Cuando salí fuera, aquello estaba tirado en el suelo y en la espalda tenía puesto algo brillante: Venganza.
Me asusté, pero tenía que seguir adelante. Abrí la puerta del cuarto de mis padres. Pero no había nadie ni nada. Pero entonces me percaté de que había una nota en la cama. Empecé a leer:
- Hola, papá y mamá os quieren, nunca os olvidaran. Besos.
P.D: Hasta siempre.
Cuando leí la pequeña carta, me puse a llorar. No podía creer esto, nada. Pero... todavía había una esperanza. Fuí a buscar a mi hermano Michael, haber si él estaba con vida. Corrí hasta su habitación, pero cuando entré, me quede petrificada.
Aquella cosa que encontré en la cocina, había recobrado vida y se estaba comiendo a mi hermano a bocados. En cuanto entré en el cuarto, aquello me miró con un pedazo de carne en la boca. Tenía miedo, muchísimo miedo. Esto parecía una película de terror. Pero tenía que defenderme, así que cuando aquello se acercó para atacarme, cogí el bate de beisbol de mi hermano y le dí en toda la cara a aquello. Lo tiré al suelo, pero se levantó. Era inmortal, o al menos eso creía. Entonces se me ocurrió prenderle fuego. Bajé a la cocina y cogí una cerilla. La encendí. No se escuchaba nada. No sabía donde estaba, la cerilla me alumbraba la cara. Alumbré para un lado, para el otro. Nada, no habíta nada. Entonces, tenía que darme la vuelta. No me quedaba mucho valor que digamos pero tenía que hacer desaparecer aquello. Asustada, derramé una lágrima que cayó sobre mi mano. Entonces, recordé lo que me dijo mi padre antes de acostarme: Nunca pierdas la esperanza.
Al recordar eso, se me ocurrió un plan mejor que prenderle fuego, miré la cerilla, y antes de que eso me mordiera, se la metí en el ojo. Aquello empezó a gritar de una forma muy extraña. Al ver que estaba indefensa, aproveché para salir de casa. La puerta no se abría. Subí al piso de arriba y entré en mi cuarto. Allí rompí con la lámpara de la mesita la ventana.
Salté al tejado y me fuí deslizando hasta bajar al conducto del agua. Llegué al suelo viva. Viva, pero llena de arañazos, sangre, lágrimas y terror. Miré hacia un lado, hacia el otro. Nda. Entonces, se me ocurrió investigar por ahí.
Iba yo, andando a las tantas de la madrugadas. Sola, mi único acompañante era el miedo. Tenía en la cabeza la imagen de Luna, mi hermano, y aquella cosa. Era imposible. Esto era un sueño, si era un terrible sueño. Pero el dolor y el miedo lo sentía real, demasiado real. Fuera lo que fuera, tenía que acabar con esta locura.
Entonces, ví varias sombras acercarse desde el horizonte. Parecían personas. ¿Otal vez eran mas cosas como la de su casa? ¿Personas que buscaban supervivientes? Pero... ¿Supervivientes de qué? Con la poca esperanza que me quedaba, me fuí acercando a las sombras.
Pero cuando estaba a unos metros de ellas me quedé petrificada, con la cara blanca. Eso no eran personas, no era algo vivo... del todo. Parecían muertos vivientes, ¡ZOMBIES! ¡Claro! Siempre han dicho que cuando desafías al demonio, los muertos cobran vida y se van a por ti, fisicamente o no. Eran demasiados, no podía con ellos yo sola. Solo se me ocurrió correr en dirección contraria. Pero ellos eran mas rápidos que yo. Me atraparon. Yo me intentaba defender pataleando y arañando. Nada. No había solución. Iba a acabar como Michael y como toda la ciudad, como veía. Uno de ellos, estaba dispuesto a morderme cuando empecé a gritar como una loca.
- ¿Taylor? ¡Taylor!
- ¡Aaaaah!
- ¿Qué te ha pasado? - preguntó mamá preocupada.
Pero yo no respondía. Estaba sentada en la cama, sudando. Me dolía la mandíbula.
- ¿Taylor?
- Solo había sido una pesadilla, solo... una pesadilla - dije intentando tranquilizarme.
- Bueno, pues yo me vuelvo a la cama, son las cinco de la madrugada.
- Vale, mamá. Te quiero.
- Yo tambien te quiero, Taylor. - dijo mientras cerraba la puerta.
Me quedé recuperando la respiración y pensando que todo esto había sido fruto de mi imaginación. Me tumbé en la cama y acaricié a Luna que estaba dulcemente dormida a mi lado. Cerré los ojos y me giré. Tenía frío. Abrí los ojos para taparme y... mierda, se me había olvidado el mensaje. Tenía que reenviarlo o se podría repetir la pesadilla-real. Me levanté sin ganas y encendí el ordenador. Reenvié el mensaje. Salvada, pensé. Me tumbe en la cama y cerré los ojos con una sonrisa en la cara.
¡Ring, ring! El despertador había sonado. Mierda. Lo apagué sin abrir los ojos. Tenía mucho sueño, abría dormido unas tres horas. Hay que levantarse. Pensé. Abrí los ojos.
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaah!
Tenías diez minutos para reenviar el mensaje, pero rompiste la cadena. Ahora, la maldición te perseguirá. Pero... debería haber algo para pararla. ¿Verdad?
Taylor, una chica de 16 años vivía una noche como cualquier otra, aunque una de ellas, fue un tanto especial. Suspense, amor, terror, elecciones... ¿Te atreves a leer Amor Maldito? Una historia que te enganchará hasta el final.
septiembre 10, 2010
septiembre 09, 2010
Capítulo 1: El mensaje.
Haz lo que quieras, pero sobre todo, no rompas la cadena.
10:30 de la noche.
Estaba en mi habitación, conectada al ordenador. Todos mis amigos se habían ido ya. Solo quedaba la pesada de mi vecina Hannah, y pasaba de hablar con ella, así que cerré el Messenger antes de que hablara conmigo.
Aburrida, me puse a mirar el correo electrónico. Nada. Solo publicidad, mensajes para unirme a paginas y e-mails de mis familiares de Madrid. Pero me llamó la atención uno de los últimos mensajes, ponía:
- Hola, seas quien seas, que sepas que has abierto una cadena maldita, y ahora, tienes que reenviar esto a otra veinte persona en diez minutos o menos. Si no lo haces, la maldición caerá sobre ti. Y la mala suerte, las desgracias y la muerte te perseguirán. Yo que tú reenviaría esto y me quitaría de problemas, aunque si te crees chulo/a, podrías pasar de esto y enfrentarte a las consecuencias de esta cadena. Te deseo lo mejor.
Que chorrada, pensé. Entonces, escuché a mi madre gritar desde el salón:
- ¡Niña! ¡A la cama ya! ¡Mañana tienes instituto!
- ¡Sí, mamá! - dije mientras borraba el mensaje y apagaba el ordenador.
Antes de acostarme, me asomé a la ventana y comtemplé el cielo. Siempre me había gustado la luna, todas las noches miraba por la ventana y la veía. Esta noche, la luna estaba en cuarto menguante. Preciosa, pensé, pero al tener frío, me metí para adentro.
Antes de irme a dormir, cogí a mi perrita Luna y la metí conmigo en mi cama sin que nadie se diera cuenta. Luna, era muy bonita, una cachorra de la raza labrador. Como era invierno, me tapé hasta el cuello, en cambio Luna, se metió bajo las sábanas y mantas.
Justo en ese momento, papá entró en el cuarto:
- Hola, Taylor. - sijo mientras se sentaba a mi lado.
- Hola, papá. ¿Que haces aquí?
- Pues se me había ocurrido que hoy podría ser un buen momento para decirte una cosa.
- Vale, ¿Que cosa? - dije con cara sorprendida.
- Pues, que ya tienes diecisiete años, y con el tiempo, tendrás muchos problemas. Pero lo que yo quiero que sepas, es que siempre tienes que guardar la esperanza, y luchar por todo lo que quieras conseguir en esta vida, sea bueno o malo. Bueno, eso era lo que quería decirte, ahora, cierra los ojos e intenta dormir. Te quiero, cariño. -dijo mientras se alejaba hacia su cuarto.
- Y yo a ti, papá- dije mientras miraba la hora. -uf... la una y media, mañana no voy a poder ni abrir los ojos.
Y diciendo esto, me acomodé en la cama y cerré los ojos.
10:30 de la noche.
Estaba en mi habitación, conectada al ordenador. Todos mis amigos se habían ido ya. Solo quedaba la pesada de mi vecina Hannah, y pasaba de hablar con ella, así que cerré el Messenger antes de que hablara conmigo.
Aburrida, me puse a mirar el correo electrónico. Nada. Solo publicidad, mensajes para unirme a paginas y e-mails de mis familiares de Madrid. Pero me llamó la atención uno de los últimos mensajes, ponía:
- Hola, seas quien seas, que sepas que has abierto una cadena maldita, y ahora, tienes que reenviar esto a otra veinte persona en diez minutos o menos. Si no lo haces, la maldición caerá sobre ti. Y la mala suerte, las desgracias y la muerte te perseguirán. Yo que tú reenviaría esto y me quitaría de problemas, aunque si te crees chulo/a, podrías pasar de esto y enfrentarte a las consecuencias de esta cadena. Te deseo lo mejor.
Que chorrada, pensé. Entonces, escuché a mi madre gritar desde el salón:
- ¡Niña! ¡A la cama ya! ¡Mañana tienes instituto!
- ¡Sí, mamá! - dije mientras borraba el mensaje y apagaba el ordenador.
Antes de acostarme, me asomé a la ventana y comtemplé el cielo. Siempre me había gustado la luna, todas las noches miraba por la ventana y la veía. Esta noche, la luna estaba en cuarto menguante. Preciosa, pensé, pero al tener frío, me metí para adentro.
Antes de irme a dormir, cogí a mi perrita Luna y la metí conmigo en mi cama sin que nadie se diera cuenta. Luna, era muy bonita, una cachorra de la raza labrador. Como era invierno, me tapé hasta el cuello, en cambio Luna, se metió bajo las sábanas y mantas.
Justo en ese momento, papá entró en el cuarto:
- Hola, Taylor. - sijo mientras se sentaba a mi lado.
- Hola, papá. ¿Que haces aquí?
- Pues se me había ocurrido que hoy podría ser un buen momento para decirte una cosa.
- Vale, ¿Que cosa? - dije con cara sorprendida.
- Pues, que ya tienes diecisiete años, y con el tiempo, tendrás muchos problemas. Pero lo que yo quiero que sepas, es que siempre tienes que guardar la esperanza, y luchar por todo lo que quieras conseguir en esta vida, sea bueno o malo. Bueno, eso era lo que quería decirte, ahora, cierra los ojos e intenta dormir. Te quiero, cariño. -dijo mientras se alejaba hacia su cuarto.
- Y yo a ti, papá- dije mientras miraba la hora. -uf... la una y media, mañana no voy a poder ni abrir los ojos.
Y diciendo esto, me acomodé en la cama y cerré los ojos.
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