¿Donde estoy? Era lo único que se me ocurrió pensar. Miré a mi alrededor. Parecía que estaba en un hospital. Pero, ¿Por qué? Justo en ese momento entró una joven enfermera en la habitación.
- Ah, ¿Ya te has despertado, no? Has dormido varios días, ¿Como te has hecho esa mordedura? ¿Un perro tal vez?
Instintivamente me miré el brazo. Tenía una mordedura bastante grande y profunda, pero sin embargo no me dolía. Me acordé del estreno de Crepúsculo. La enfermera no paraba de hablar y hablar. Si tuviera las suficientes fuerzas como para soltarle una cuantas "palabras inapropiadas" como decía mi padre y echarla de la habitación lo haría, pero por desgracia, no me encontraba con las requeridas fuerzas ni para rascarme la nariz. Estaba muy cansada, así que me limitaba a asentir o encoger los hombros. Entonces la cotorra me dijo:
- Será mejor que avise de tu despertar. Ahora mismo vuelvo.
Volví a asentir. No sabía nada de lo que me había pasado. Bueno, recordaba a los zombies, pero no creía que fueran de verdad. No eran de verdad. En ese instante, recordé la nota de mis padre y a mi difunto hermano. Una lágrima bañó mi cara. Dos más. Llanto.
Al cabo de un rato, cuando pensaba en la posibilidad de suicidarme, entraron en la habitación mi familia, mamá, papá y Michael. Cuando capté su presencia, las lágrimas que corrían por mi rostro cambiaron el significado y trasmitían felicidad. Nunca me havía sentido tan bien como en aquel momento. Todo había sido un sueño. Al enviar el mensaje, había dejado de tener alucinaciones. Si de eso se trataba. Dejé de pensar cuando mi familia vino a abrazarme.
- Taylor, -dijo mamá, que también se iba a echar a llorar- no sabemos lo que te pasó aquella noche. Lo único que tenemos claro es que no paraste de gritar y cuando esa mañana fui a avisarte para el instituto tenías una mordedura en el brazo. No sabemos de que se trata. Hemos ido a ver a un especialista, nos ha dicho que posiblemente estés teniendo pesadillas y que eres sonámbula. Dinos, ¿Has tenido últimamente pesadillas o extrañas sensaciones?
Me pensé la respuesta a esa pregunta. Si respondía la verdad, -sí, obvio- podrían someterme a pruebas u operaciones, rotundamente no. Si mentía, podría resolver aquello sola. Por mí misma sin nadie a mi lado que me diga: "estás loca" o "estás mal de la cabeza". Opté por mentir.
- No, mamá, no tengo pesadillas ni nada parecido que yo me acuerde.
- Vale, supongo que no nos queda otra que fiarnos de ti. -dijo papá algo preocupado.
Estuvimos un rato hablando y luego se despidieron de mí y se marcharon. No tuve otra que pensar. ¿Era un sueño real? ¿Había terminado? ¿Seguiría hasta que lo derrotara? Pero, ¿Derrotar a qué exactamente? Estaba confusa, muy confusa. Mucho más que cuando la señorita Monroe escribía sus preciadas y super complicadas operaciones repletas de todos los números inventados hasta el momento.
Aunque por ahora solo quería volver a casa. Ver a mis amigos. Hablar de esto con... alguien. Pero ¿Quién me iba a creer? Supongo que tendría que trabajar sola. ¿Pero en qué exactamente? Tenía que buscar el comienzo del problema. Internet.
- ¡Hola! -dijo un médico que acababa de entrar con una voz tan alegre que hizo que se me olvidaran todos mis problemas- Traigo buenas noticias. Puedes ir recogiendo tus cosas, te damos el alta.
Bien, pensé. Pero en realidad solo asentí. Cuando el médico se marchó, me levanté corriendo y recogí mis cosas, -que no había nada que recoger- me vestí y me largué de aquel lugar que escondía un repugnante olor a desinfectante.
Salí fuera. Cogí mi móvil y llamé a un taxi. Mientras esperaba, me senté en un banco cercano. Al estar aburrida, no se me ocurrió otra cosa que sacar la "Nintendo DS" y jugar al único juego que tenía, Pokémon. Ese juego me viciaba tanto, que no me di cuenta de que estaba diciendo todas las palabritas que existen en el mundo en voz demasiado alta.
- Una señorita tan guapa como tú no debería decir esas cosas tan inapropiadas. -Dijo una voz que desconocía por completo.
- Qué cojones... -y me paré en seco.
- ¡Hola! -dijo luciendo una sonrisa en la cara, la sonrisa más bonita que jamás había visto.
- Hola, ¿Te conozco de algo? -dije intentando hacerme la dura.
- Creo que no, pero hay que reconocerlo, llamas mucho la atención con esos gritos.
- Estaba... ¿Gritando? -dije sonrojada y a la vez desconcertada.
- Más de lo que imaginas.
- Madre mía...
- Bueno, ¿Quieres que te lleve a algún sitio? -dijo sin apartar su espléndida sonrisa.
-Emmm... No suelo salir con desconocidos, además, dentro de nada un taxi pasará a recogerme.
- Ah, ¿Sí? Y... ¿Sobre qué hora iba a venir a recogerte?
- Pues a las cinco y media se pasaría por aquí.
- Eh... Son las siete menos cuarto. -dijo intentando disimular la risa, aunque no lo consiguió.
Abrí los ojos como platos.
- ¿Cómo llegaré ahora a mi casa? Todos están fuera.
- Ummm... se me ocurre una idea, ¿Quieres que te lleve?
Este chico estaba resultando interesante, pensé.
- Umm... Vale, pero tienes que decirme tu nombre -dije divertida.
- ¿Sí? Vale, me llamo Edward. ¿Y tú?
- Yo me llamo Taylor.
- Encantado de conocerte, Taylor -dijo "cortésmente".
Reí.
- Lo mismo digo. Y ahora, ¿Puedes llevarme a casa cuanto antes?
- Vale -dijo entre risas.
Yo le respondí con una amplia sonrisa seguida de alguna que otra risa más.
En cuanto arrancó el coche de Edward.
No sabía de que hablar. ¿Por qué estaba en el coche de un desconocido? ¿Podría ser un secuestrador? Empecé a asustarme.
- Oye... Tú... ¿No serás un asesino de esos cabezas huecas, verdad?
Rió.
- ¿Por qué piensas eso?
- No sé... me has metido en tu coche... te haces el inocente...
- Jajaja. Tranquila. No voy a hacerte nada, sino ya lo habría hecho. Ano ser que tú quieras... -dijo irónico.
- Ja-ja. Venga tira ahora para la izquierda.
- A sus órdenes mi capitana.
- ¿Te crees guay? -dije entre risas.
- Psss... Sí. Jajaja.
Le miré feliz.
- ¡Para! Esta es mi calle, muchas gracias por traerme, Edward.
- De nada. Oye, ¿Tienes Messenger o móvil?
- Sí, las dos cosas.
Entonces nos intercambiamos cuentas de Messenger y números de móvil, nos despedimos y se fue.
Vaya, pensé. Este chico resulta interesante. Es diferente a los demás. ¿Cuántos años tiene? Bah, ya se lo preguntará cuando se conecte. Cogí las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta. No había nadie en casa, ni siquiera Michael. Pensé que seguramente estaría en casa de su amigo William, siempre está allí.
Tenía sed, así que fui a la cocina a por un buen vaso de zumo de naranja. Me encantaba la naranja. Pero hubo mala suerte, cuando llegué, me di cuenta de que la última noche que pasé en casa, la noche antes de la pesadilla-real, papá se bebió la última caja de zumo. Tuve que contentarme con un vaso de refresco de limón.
Me senté a degustarlo en el sofá, pero no duré diez segundos sentada cuando de repente Luna se abalanzó contra mí, lamiéndome la cara.
- ¡Luna, estate quieta!
Cuando al cabo de un rato la conseguí tranquilizar, me llevé bastante tiempo acariciándola y mimándola, pero cuando se quedó dormida, pensé en subir a mi cuarto.
Ya eran las siete y cuarto. ¿Habría llegado Edward ya a su casa? Seguro. Entonces, decidí conectarme para comprobar si estaba en lo cierto.
Encendí el ordenador. Como siempre, tardó media hora para cargar -sarcásticamente-- Cuando por fin se encendió, puse la contraseña y pinché en la ventana que daba paso a la aplicación Messenger. Introduje mi cuenta y de nuevo otra contraseña. Cuando se cargó, apareció una pantalla con este contenido:
- El servicio de Messenger quiere hacerle saber que el usuario -aparecía el Messenger de Edward- quiere unirte a su lista de contactos. ¿Acepta usted tal propuesta?
Le dí a aceptar. Se me había olvidado que todavía no lo había agregado. En un visto y no visto en mi lista de contactos apació "Edward(L)" como conectado. ¿Le hablaba? ¿Esperaba a que me hablara él? ¿Y si no se da cuenta si quiera de que estoy en red? ¿Y si no me contesta? No sabía por qué me había tantas preguntas. Él era un chico corriente, como todos los de mi instituto. No me dio tiempo a pensármelo más. Aparecía una ventana en naranja. Un contacto me había hablado. ¡Edward!
- ¡Hola! -aparecía en la pantalla del ordenador.
Le devolví el saludo.
Inesperadamente, la luz empezó a atenuarse. Miré a mi alrededor asustada, todo parecía normal. Intentaba convencerme a mi misma de que todo eso era fruto de mi imaginación o que habría una sobrecarga de la luz. Pero no podía. No podía engañarme. Sabía que pasaba algo, y sabía que tenía que ver con la cadena maldita. Mi corazón latía más fuerte de lo normal.
Cuando miré de nuevo a la pantalla del ordenador, un virus informático se estaba comiendo mi pantalla. Escalofríos. De nuevo, me intenté convencer de que eso sería una broma de mal gusto de alguno de mis amigos, pero no lo conseguía.
Empezaron a aparecer las calaveras de aquella noche y también apareció la frase: "Demasiado tarde".
Me temí lo peor. Instintivamente cogí el móvil. Comprobé si esta vez funcionaba. Tenía razón, funcionaba. Lo desbloqueé a todo correr y busqué en la agenda de contactos. Edward. ¡Aquí está! Pulsé el botón verde. ¡Bip! ¡Bip!
- ¿Hola? Oiga, este no es un buen momen...
No le dejé acabar la frase.
- ¡EDWARD! Soy Taylor, ¡Necesito tu ayuda! Ven a mi casa, por favor.
- Vale, iré. Pero espera unos diez minutos, ¿Vale?
- Vale. ¡Rápido!
Colgué yo primero. Miré la hora. 19:18. A las siete y media más o menos llegaría Edward.
¿Qué iba a hacer ahora? Como si algo o alguien hubieran escuchando mis pensamientos, sentí un temblor. Otro más fuerte. Terremoto. Grité. Salí corriendo a la calle, era lo que siempre me decían papá y mamá que hiciera en estos casos. Una vez fuera, me quedé con los ojos en blanco, y sentí unas tentadoras ganas de morir. Mi familia, estaba petrificada y con una especie de cuchillo clavado en el pecho. Lo único que se me ocurrió hacer en ese instante fue chillar y chillar hasta caer rendida. Antes de caer al suelo, alguien me agarró por atrás y me amenazó con una especie de cuchilla cuidadosamente afilada que cortaría una hoja de papel en el aire. Empecé a sudar. Más sudor. Lágrimas. No podía más. Tenía que defenderme. Entonces, di gracias a mi padre por obligarme a ir a clases de kárate a los ocho años.
Miré al suelo y por suerte, justo a mi lado izquierdo había una barra de hierro que aparentaba hacer bastante daño. Conté hasta tres, y en el instante en que menos se lo esperaba aquel "asesino", cogí la barra y le golpeé en el estómago. Acto seguido, le di también en la cabeza, lo que hizo que se quedara inconsciente, durante un tiempo al menos.
Pensé que tal vez estaba ya ha salvo, y estaba en lo cierto.
De repente, sentí que caía al suelo, que despertaba de un sueño, que me mareaba. Cuando me veía en el suelo y me preparaba para el dolor, alguien apareció a mis espaldas y me cogió en brazos en el último instante.
- ¿Esas bien? -preguntó irónico y entre risas.
- ¿Te crees muy gracioso?
- Jajaja. Venga, ahora enserio. ¿Qué te ha pasado?
- Pues... estaba...
En ese momento recordé que no podía contar esto a nadie, fuera quien fuera y en cualquier situación.
- Pues la verdad es que lo çultimo que recuerdo es que estaba yo hablando con.. hablando por el Messenger. -Mentí.
- No sé que te habrá pasado. ¿Entramos en tu casa? -dijo, como siempre, con su encantadora e irresistible sonrisa.
- ¿Te auto-invitas? -reí- Vamos, entra.
Lució de nuevo su espléndida sonrisa. Era preciosa, te atraía como un imán. Era impresionante.
Instantes después, en mi casa.
- ¿Quieres algo de beber? -pregunté de camino a la cocina.
- Pues ahora que lo dices... ¿Tienes Shandy?
- No, no tengo. Nunca la he probado.
¿¡Nunca has probado una Shandy!?
- No, siento decepcionarte -ahora fui yo la de la preciosa sonrisa- ¿Te traigo algo o no?
- Vale. Me apetece una Cola, si no es mucha molestia.
- Enseguida -respondí riendo.
Una vez en la cocina, me preparé una tila, quería tranquilizarme por lo de antes. Busqué en el armario "el cacharro del té", como lo llamaba mi madre. Lo pose en la vitrocerámica con agua dentro y cogí una lata de Cola del frigorífico mientras se hacía. Puse la lata de Cola en una bandeja acompañada de una vaso e hielo. También cogí aperitivos como patatas fritas, galletas y frutos secos. Al no tener nada que hacer mientras se hacía la infusión, recordé que ese día no había ido al instituto, y que como no le había pedido los deberes a ningún compañero, mañana me caería una buena, porque mañana era... viernes, sí, era viernes.
Entonces recapacité. Tenía ahora mismo en el salón de su casa a un chico que havía conocido hace unas tres horas por cortesía suya. Sus padres podrían pensar cualquier cosa menos que era inofensivo. Mis padres eran muy mal pensados. Pero, de algún modo, confiaba en Edward. Era como un refuerzo de fuerzas, esperanzas.
Empecé a escuchar el pitido de "el cacharro del té" y me dispuse a apagar la vitrocerámica. Preparé la tila.
Coloqué la taza en la bandeja. Cogí la bandeja y cuando me dí la vuelta, Edward me sorprendió con otra de sus sonrisas.
- ¿Te ayudo?
- No estaría nada mal -se la devolví.
Y así caminamos juntos hasta el sofá. Me sentía atraída por Edward. Aunque al mismo tiempo sentía que tenía que alejarme. No sabía que hacer, así que simplemente me dejé llevar por mis emociones.
Pocos segundos después, en el salón de mi casa.
Invité a Edward a sentarse en el sofá mientras yo cogía el mando de la televisión y marcaba un número al azar.
- ¿Quieres ver algo en especial? -pregunté.
- No, gracias. Pon lo que tú quieras.
Me encogí de hombros y asentí. Estaba nerviosa. No sabía de que hablar. Al final, dije:
- Oye, has venido a mi casa, hace unas horas que te he conocido, estás conmigo en el sofá, solos en la casa. No sé tu edad... -dejé la frase en el aire con un tono preocupante.
- Y... ¿Te gustarías saberla? -dijo con una cara estúpida pero encantadora a la vez.
- Pues la verdad, sería mejor.
- Vale. Tengo diecisiete años, ¿Y tú?
- Dieciséis.
- Casi los mismos -rió.
Sonreí.
Estuvimos un rato charlando. Lo pasé genial. Nos los estábamos pasando tan bien que nos olvidamos por completo del tiempo. Eran las diez de la noche, se me agitó el corazón al pensar en la posibilidad de que mámá nos descubriera. Pero ya deberían haber llegado, así que se habrían entretenido. Se me pasaron varias ideas por la mente -normal a una chica de mi edad- pero no las pensaba llevar a cabo e hice como que no las había escuchado. Apagamos la televisión.
- ¿No tienes hora de irte a casa?
- Pues... la verdad es que... no.
- Que suerte tienen algunos... -reí- Oye, ¿No te da vergüenza ver a mis padres?
- ¡Ni que estuviéramos saliendo!
En ese momento, me di cuenta de que quedé como una idiota, y para que no se me notaba la cara sonrojada, me la tapé a tiempo con un cojín que tenía al lado.
- ¿Qué se supone que haces? -dijo Edward entre risas.
- Emmm... Es esencial para... una mascarilla para tener la... para tener la piel más suave -mentí quedando, ahora sí, en completo ridículo. Pero yo era así, y no lo podía remediar.
- Ah, ¿Sí? -dijo siguiéndome la broma, me había descubierto- y... ¿Las cosquillas le van bien a tu "tratamiento"?
Y justo entonces empezó a hacerme cosquillas por todo el cuerpo. Al darme cuenta, contraataqué, y los dos empezamos a hacernos cosquillas sin parar. Estaba muy nerviosa, y a la vez me sentía protegida. Podría pasarme el resto de mi vida con esa sensación. Entonces, lo paré drásticamente y agudicé el oído. Reconocía perfectamente el coche de mi madre. De nuevo, los nervios se apoderaron de mí.
- ¡Rápido! ¡Hay que esconderte, Edward!
Expresó los rasgos de su cara con un gesto de una mezcla entre desconcertado y nerviosismo.
Lo cogí de la mano y corrimos por toda la casa, no encontraba un buen escondite para ocultar a Edward. Dimos vueltas y vueltas por la casa. Me alarmé cuando escuché las llaves y el chirrido de la puerta al abrirse.
- ¡Rápido! -dije a mitad del pasillo.
Entonces, se me ocurrió una fantástica idea.
- Edward, tengo una idea, escucha, sube al piso de arriba y gira a la derecha. Entra en la primera habitación que haya y sal por la ventana. ¿Podrás hacerlo?
- No soy Tarzán, pero creo que sí, mi capitana.
Edward, antes de marcharse para escaparse por la ventana de mi habitación, me abrazó como despedida. No me dio tiempo a reaccionar. Quedé como una tonta, o eso pensé. Me puse roja como un tomate y los nervios no cabían en mí. ¿Por qué me abrazo? ¡Si nos habíamos conocido ese mismo día! En fin, es un simple abrazo, no tiene importancia, ¿Verdad?
- Taylor, ¿Qué pasa? He escuchado mucho ruido al entrar.
- Pues... es que había... un ratón Sí, un ratón correteando por la casa.
Salvada.
- ¿¡UN RATÓN!? -mi padre gritó- ¡Voy a poner ahora mismo trampas por toda la casa!
Y diciendo esto, mamá fue a la cocina, cogió todo tipo de trampas y líquidos exterminadores y lo colocó por todos los sitios. Parecía una loca. Puede que me viniera de familia. Reí.
Se escuchó la puerta de nuevo, noté enseguida que era Michael, porque empezó a saltar tan fuerte, que los golpes se escuchaban desde el piso superior.
Mientras pensaba que mi familia nunca sería normal y que me sentía identificada por eso, avancé hasta mi habitación, pensando también, que todo esto esta una gran locura.
Esta vez vengo cargadito de sugerencias puesto que he analizado un poco el texto (espero que no te importe) Todo lo que te voy a decir a continuación, te lo digo para animarte en tu afán de ser escritora y en ningún caso para desmoralizarte ni presionarte sólo para que mejores (si tú quieres, por supuesto.) Pues bien, ¿no opinas qué Taylor debería haber tenido más "pesadillas" antes de empezar a hacer conjeturas sobre ella en el hospital?. También debes parate un poco más y narrar con más tranquilidad puesto que no has contado apenas nada de la estancia en el hospital de Taylor. Tampoco me ha parecido correcto que Taylor piense que sus padres la van a tomar por loca sólo por contarles la pesadilla que tuvo. Un fallo bastante grave es el de Taylor que no tiene fuerzas para echar a la enfermera pero momentos después, al recibir el alta, recoge sola sus cosas e incluso sale por su propio pie. Cuando Taylor sufre la segunda pesadilla, llama a Edward en vez de a sus padres, no es lógico puesto que ella misma comenta que no se puede fiar de él ya que lo acaba de conocer. Además cuando lo llama Edward no se preocupa por su estado´sólo se limita a decir que estará allí en 10 minutos (se debería haber interesado por el estado de Taylor.)Cmo último apunte, temdrías que haber hablado un poco más del estilo de vida de Taylor, pues se le ve como a una chica gótica o "friki".
ResponderEliminarA tu favor tengo que decir que los diálogos están bastante bien construidos y que has mejorado mucho en el último tercio del capítulo.
Un saludo.
He encontrado tu blog en la página de tuenti, me gusta mucho tu historia.
ResponderEliminarEspero la continuación, te sigo!
Mucha suerte con el blog;)
Sullyvan Muchas gracias por tu atención. Siempre digo que me gustan todo tipo de críticas, incluso más las malas, porque hacen que me dé cuenta de mis fallos para no volver a cometerlos. Me gustaría saber por qué piensas que Taylor es gótica o "friki", porque creo que no la he descrito, ¿No? xD Siemplemente la hice fijándome un poco en mí. También es verdad lo de que Edward se debería haber preocupado más por ella y que confió demasiado en él, pero esto último lo verás uno o dos capítulos después(:
ResponderEliminarGracias de nuevo por tu atención, me encantan las críticas xD Saludos!
awaveath Muchas gracias por tu entusiasmo. De verdad, cuando estás empezando esos ánimos te animan mucho a continuar xD Tengo que escribir el 4º capítulo, pero intentaré que esté publicado lo antes posible. Saludos!
ResponderEliminarme gusta tu historia y te sigo y de paso te hinvito a que te pases por mi blog que es http://mundoatrayente.blogspot.com
ResponderEliminar